613 613 785 info@centroadyton.es

Las luces se encienden, las calles se llenan de música y las mesas vuelven a reunir a los que durante el año apenas se ven. La Navidad vuelve, puntual como siempre. Sin embargo, para miles de familias en España —quizá la tuya— estas fechas llegan con un peso añadido: convivir con alguien que lucha contra una adicción.

Mientras en la mayoría de hogares se habla de planes, menús y regalos, en otros se habla de riesgos, recaídas y límites. Y aunque este contraste puede resultar doloroso, forma parte de una realidad que a menudo se oculta debajo de la alfombra: la Navidad es uno de los periodos del año en los que más recaídas se producen, según guías clínicas de referencia como SAMHSA, NIDA o el Plan Nacional sobre Drogas.

Este artículo no pretende asustarte, sino acompañarte. Explicarte, con claridad y cercanía, por qué las renuncias son necesarias, por qué el proceso debe ir despacio, y por qué tu papel como familiar es decisivo.

Un terreno emocionalmente inestable: por qué la Navidad multiplica el riesgo

Las guías clínicas coinciden: las épocas de intensa actividad social, presencia de alcohol y presión emocional aumentan el riesgo de recaída en personas con adicción. La Navidad tiene todos esos ingredientes al mismo tiempo.

Lo vemos cada día desde los centros de tratamiento ambulatorio:

  • cenas con alcohol por todas partes,
  • expectativas familiares difíciles de sostener,
  • rutinas alteradas,
  • y una idea muy extendida de que “un día es un día”.

Pero la adicción no entiende de calendarios.
Para alguien en recuperación, un día puede cambiarlo todo.

Las renuncias: ese concepto tan incómodo como imprescindible

En estas fechas, pedir renuncias es casi un acto contracultural.
Mientras todo el entorno invita a celebrar, tú y tu familiar tenéis que decidir qué evitar, dónde no ir, qué límites poner y cuándo decir “no”.Puede parecer duro.
Pero es necesario.

Los equipos clínicos lo explican así: la renuncia es una herramienta terapéutica, especialmente en fases tempranas de la recuperación. No es castigo. No es control. Es un mecanismo de protección frente a un sistema nervioso que todavía reacciona con intensidad ante cualquier estímulo relacionado con el consumo.

Ejemplo cotidiano que ocurre más de lo que creemos

Tu familiar dice con convicción:
— Este año voy a la cena y no pasa nada, yo tomaré agua.

Pero cuando llega…

  • ve copas, vino, brindis,
  • escucha comentarios,
  • nota la presión,
  • siente que “todos le miran”,
  • y su cerebro se activa como si hubiese una alarma encendida.

No es falta de fuerza de voluntad. Es vulnerabilidad neurobiológica.

El proceso debe ir lento, aunque el calendario invite a correr

Cuando una persona entra en tratamiento ambulatorio, la familia suele desear resultados visibles. Es normal. Después de meses o años sufriendo, lo que más se desea es una Navidad en paz, como las de antes. Pero aquí es donde la ciencia y la emoción chocan frontalmente.

Los manuales clínicos (NICE, NIDA, PNSD) recomiendan procesos lentos y altamente estructurados. Nada de improvisaciones. Nada de sobreexposiciones. Nada de pruebas innecesarias.

La Navidad, con su ritmo acelerado, pide justo lo contrario.

Por eso, muchas veces, la recomendación profesional es clara: estas Navidades deben ser más tranquilas, más sencillas y más protectoras.

No para limitar.
Sino para sostener.

El equilibrio diario: el verdadero motor de la recuperación

A menudo, el paciente —y a veces la familia— no entiende por qué debe mantener rutinas estrictas también en Navidad: horarios, descansos, evitar ciertos ambientes y encuentros.

La razón es muy sencilla: el equilibrio es la base del éxito terapéutico.

Un cerebro en recuperación necesita previsibilidad. Necesita saber qué va a ocurrir. Necesita calma.
Y la Navidad, incluso en los mejores casos, es todo lo contrario.

Otro ejemplo que suele ocurrir

Puede parecer inofensivo pedirle que “vaya él a por hielo” durante una comida navideña.
Pero esa pequeña salida implica pasar por delante de un supermercado repleto de bebidas.
Y esa pequeña tentación puede ser suficiente para encender el impulso.

No es mala intención.
Es la enfermedad buscando grietas.

El papel de la familia: acompañar sin empujar

La familia puede ser un recurso terapéutico poderoso… o un factor de riesgo sin quererlo. Estas Navidades, para proteger la recuperación, hay algunas pautas clave:

1. No exponer innecesariamente al paciente. No todas las reuniones son aptas. No todos los ambientes son seguros.

2. Eliminar alcohol del entorno inmediato. No es un gesto simbólico. Es una medida clínica.

3. Consultar antes de decidir. Los profesionales del centro ambulatorio pueden orientar en cada caso.

4. Cuidar el lenguaje. Frases como “tienes que demostrar que puedes” pueden ser detonantes.

5. Planificar alternativas. Planes tranquilos, actividades familiares sin alcohol, espacios seguros.

Cuando la familia no entiende las renuncias

Esto es más común de lo que crees. A veces la familia piensa que proteger demasiado puede “infantilizar”.
Pero las guías clínicas son claras: en fases iniciales, el paciente no evalúa bien los riesgos.

La estructura externa (la familia, el centro, la rutina) no es un obstáculo, sino un apoyo mientras se reconstruye la estructura interna.

Un mensaje final para estas Navidades

Estas fiestas puede que no sean como las de siempre. Puede que impliquen renuncias, límites y decisiones incómodas. Puede que requieran explicaciones a familiares que “no entienden”.
Puede que incluso duelan.

Pero, por encima de todo, pueden ser un punto de inflexión.

La Navidad no tiene por qué ser una prueba de fuego.
Puede ser una pausa.
Puede ser un refugio.
Puede ser el primer escalón de una recuperación real.

En un proceso de adicción, las renuncias no quitan libertad.
La devuelven.

Y si necesitáis apoyo, orientación o un tratamiento ambulatorio serio y especializado en Salamanca, en el Centro Adyton estamos para acompañaros, con rigor, calidez y un plan terapéutico adaptado a cada familia.

Autor

  • Álex Martín es terapeuta con más de veinte años de experiencia en el ámbito de las adicciones. Máster en Drogodependencias por la Universidad de Barcelona, ha desarrollado su trayectoria combinando la formación, la docencia y el acompañamiento en salud mental. Es formador en soporte mutuo (P2P) en la Federació Veus Catalunya y en el Hospital del Mar, miembro del Grup de Treball Peer to Peer del Departament de Salut y docente en el Parc Sanitari Sant Joan de Déu. Además, participa activamente en ActivaMent Catalunya Associació y como portavoz en Obertament, trabajando siempre con un firme compromiso en la lucha contra el estigma y la promoción del bienestar.